Jesús realizó “grandes obras” con “gran poder”.

 

 

 

 

“As Jesús bajó con ellos y se detuvo en un lugar llano, allí estaba un gran número de Sus discípulos, y mucha gente de toda Judea, de Jerusalén y de las regiones costeras de Tiro y Sidón había venido para escucharlo y para ser sanada de sus enfermedades. También eran sanados los que estaban atormentados por espíritus inmundos. Toda la gente intentaba tocar a Jesús, porque poder salía de Él y sanaba a todos.” (Lucas 6:17–19)

 

 

Mientras medito en estas palabras, deseo recibir las lecciones que nos dan:

(1) Hoy quisiera meditar en Lucas 6:17–19 en relación con Mateo 4:23–24 y Marcos 3:7–12, y recibir tres lecciones:

(a) Primero, después de que Jesús oró toda la noche en el monte y, al amanecer, escogió a doce de Sus discípulos y los llamó apóstoles (Lc. 6:12–13), descendió del monte con Sus discípulos y se detuvo en un lugar llano. Allí, muchos discípulos y grandes multitudes de gente de toda Judea y Jerusalén y de los pueblos costeros de Tiro y Sidón habían venido para escuchar Su enseñanza y para ser sanados (vv. 17–18).

(i) La razón por la cual una multitud tan grande ya se había reunido en ese lugar llano era que habían oído acerca de las grandes obras” que Jesús había hecho (Mc. 3:8). Estas “grandes obras” se refieren a que Jesús sanaba toda clase de enfermedades y toda clase de dolencias entre el pueblo. Debido a que la fama de Jesús se había extendido (Mt. 4:23–24), enormes multitudes se habían reunido allí (Lc. 6:17–18).

  • El propósito por el cual estas multitudes vinieron fue escuchar la enseñanza de Jesús y recibir sanidad (v.17). Mateo 4:23 explica lo que los llevó a buscar estas dos cosas:
    “Jesús recorría toda la región de Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando las buenas nuevas del reino de los cielos y sanando toda enfermedad y toda dolencia entre el pueblo.”

  • Cuando medito en esto, recuerdo la obra de misiones médicas del anciano Pedro Yoon de nuestra iglesia.
    Recuerdo haber acompañado al anciano Yoon en un viaje de misión médica a Filipinas. Antes de comenzar el trabajo médico, recuerdo al Pastor Harry, hijo espiritual del anciano Yoon, predicando la Palabra de Dios a las personas reunidas allí.
    Tanto el anciano Yoon como yo coincidimos firmemente en que, junto con la importancia y necesidad de las misiones médicas, el evangelio de Jesucristo y la Palabra de Dios son igualmente esenciales.

    Cuando medito en cómo Jesús enseñó la Palabra de Dios, proclamó las buenas nuevas del reino y sanó toda enfermedad y toda dolencia (Mt. 4:23), creo que el ministerio de la Palabra y el ministerio de sanidad (misiones médicas) deben llevarse a cabo juntos.

(b) Segundo, Jesús sanó a todas las personas con gran poder (Lc. 6:18–19).

(i)  Entre “todas las personas” que Jesús sanó estaban los “atormentados por espíritus inmundos” (v.18), así como “los que sufrían toda clase de enfermedades y dolores,” y “los epilépticos y paralíticos” (Mt. 4:24).

  • Un punto interesante es que multitudes venían de Judea, Jerusalén, Idumea, de las regiones al otro lado del Jordán y de los alrededores de Tiro y Sidón porque habían oído de las “grandes obras” de Jesús (Mc. 3:8). Y Jesús los sanó a todos con “gran poder” (Lc. 6:19).

  • Es decir, Jesús realizó “grandes obras” con “gran poder.”
    Desde la perspectiva de Jesús, el Dios todopoderoso, sanar a multitudes con diversas enfermedades probablemente no era una “gran obra.”
    Pero desde la perspectiva de “los débiles y enfermos” (Mt. 4:23), la sanidad de Jesús sin duda era una verdadera “gran obra.”

  • Sin embargo, la obra más grande que Jesús realizó fue venir a este mundo en carne humana sin pecado para nuestra salvación (la Encarnación), morir en la cruz y resucitar (Ref.: internet).

    Y este Jesús nos dice:
    “De cierto, de cierto os digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él también las hará; y aun mayores que éstas hará, porque Yo voy al Padre.”

(c) Tercero y finalmente, al ver que Jesús sanaba a todos con gran poder, los enfermos se abalanzaban sobre Él, cada uno intentando tocarlo (Lc. 6:19; Mc. 3:10).

(i) Al meditar en esto, recuerdo la historia de la mujer que había sufrido hemorragias durante doce años. Ella creía que si tan solo tocaba el manto de Jesús, sería sanada; por eso, acercándose por detrás entre la multitud, tocó el borde de Su manto (Mt. 9:20–21).

  • Durante doce años ella se había esforzado sin descanso, buscando desesperadamente sanidad de muchos médicos, gastando toda su fortuna en tratamientos, pero en lugar de mejorar, su condición empeoraba (Mc. 5:26).

  • Después de doce largos años de desesperación, oyó los informes acerca de Jesús. Cuando Jesús se dirigía a la casa de Jairo, el principal de la sinagoga, ella se mezcló entre la multitud que lo seguía, se acercó por detrás y tocó Su manto. Ella creía que aun tocar Su ropa bastaría para sanarla.
    Y en efecto, en el instante en que tocó el borde de Su manto, la hemorragia se detuvo y ella sintió en su cuerpo que había sido sanada.

  • Jesús le dijo:
    “Hija, ten ánimo; tu fe te ha sanado. Vete en paz; has quedado libre de tu aflicción.” (Mt. 9:22; Lc. 8:48; Mc. 5:34)
    Ella recibió salvación en ese mismo momento (Mt. 9:22).
    Su hemorragia se detuvo instantáneamente (Lc. 8:44).
    Su fe era fe en el poder sanador de Jesús.
    Que tal fe exista también en ti y en mí.

Da gloria al gran Señor

En la ciudad de nuestro Dios, en Su santo monte,
un fundamento alto y hermoso, el gozo de toda la tierra,
en el monte Sion, en los confines del norte, está la ciudad del gran Rey.
¡Canta~ Aleluya! ¡Canta~ Aleluya!
¡Canta~ Aleluya! ¡La ciudad del gran Rey!