El cristiano lleno del Espíritu Santo alaba a Dios y disfruta de la paz que Él da

 

 

 

“Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos, para dar a su pueblo conocimiento de salvación mediante el perdón de sus pecados, gracias a la entrañable misericordia de nuestro Dios. Así, la aurora del cielo nos visitará, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y vivió en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel” (Lucas 1:76-80; versión parafraseada, Biblia del Pueblo).

 

 

Al meditar en este pasaje, deseo recibir la gracia que Dios me concede:

(1) En los versículos 76–80: “Este niño” y “el niño”

En el v.76 aparece la expresión “Y tú, niño” y en el v.80 “el niño”. Este “niño” es “Juan”, a quien Dios dio como hijo al sacerdote Zacarías y a su esposa Elisabet, en respuesta a sus oraciones (v.13).

(a) Este “Juan” es Juan el Bautista (no el apóstol Juan). Fue llamado así porque predicaba el arrepentimiento y bautizaba con agua.

(i) Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetizó que su hijo sería “llamado profeta del Altísimo” y que “iría delante del Señor para preparar su camino” (v.76, cf. v.67). En efecto, Juan nació seis meses antes que Jesús (v.36) y recibió la gran responsabilidad de preparar el camino para Él.

  • Al meditar en la expresión “profeta del Altísimo” (v.76), recuerdo lo que el ángel Gabriel dijo a María: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo … El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá; por eso el Santo que nacerá será llamado Hijo de Dios” (vv.31-32, 35).
    Aquí vemos que “Altísimo” se refiere a Dios mismo. Así, “Hijo del Altísimo” (v.32) equivale a “Hijo de Dios” (v.35).

  • Por tanto, Juan el Bautista sería llamado “profeta de Dios” (v.76).

  • Cuando medito en la expresión “ir delante del Señor para preparar su camino” (v.76), comprendo que la misión de Juan era anunciar “la salvación por el perdón de pecados” (v.77), es decir, dar a conocer al pueblo de Dios el camino de salvación.

Esto concuerda con lo que Gabriel ya había anunciado a Zacarías: que Juan vendría “con el espíritu y el poder de Elías … para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (vv.16-17).

Juan, lleno del Espíritu desde el vientre, recibió la misión única de preparar al pueblo para el Mesías, llamando a Israel al arrepentimiento. Por eso predicaba en el desierto de Judea: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 3:1-2).

(2) En los versículos 78–79: La misericordia de Dios y la aurora de lo alto

Zacarías concluyó su profecía diciendo: “Gracias a la entrañable misericordia de nuestro Dios, por la cual la aurora del cielo nos visitará para iluminar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (vv.78–79).

(a) Esta “misericordia de Dios” está en continuidad con la promesa hecha a Abraham (vv.72-73), cuyo propósito último era librar a su pueblo de sus enemigos (v.71). Esto se cumple en Cristo, quien nos salva del pecado, de la muerte y del poder del maligno.

(i) Para realizar esta salvación, “la aurora de lo alto” vino a visitarnos (v.78). Esta imagen recuerda a Malaquías 4:2: “Mas para vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia con sanidad en sus alas”; también a Isaías 9:2 y 60:1, y a Números 24:17 (“una estrella saldrá de Jacob”). Todos estos textos apuntan al Mesías como luz, sol y estrella que trae justicia y sanidad.

  • Así, Cristo Jesús, el Mesías, vino del cielo como “sol que nace de lo alto”, para alumbrar a los que viven en tinieblas y guiar nuestros pasos por sendas de paz (vv.78-79).

  • La frase “los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte” (v.79) cita Isaías 9:2, que Mateo 4:16 aplica a Jesús: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz”.

  • La profecía de que Cristo guiaría “nuestros pasos por el camino de la paz” (v.79) señala que Él es el Príncipe de Paz (Is 9:6). Aunque es Rey de Paz, murió como sacrificio expiatorio por nuestros pecados (1 Jn 4:10; Ro 3:25; Col 1:14), reconciliándonos con Dios (Ro 5:10) y dándonos una paz que el mundo no puede dar (Jn 14:27).

(3) De la alabanza a la paz

La profecía de Zacarías en Lucas 1:68-79 comienza con alabanza (v.68) y termina con paz (v.79). Esto enseña que los cristianos llenos del Espíritu, cuando alaban a Dios, reciben como respuesta Su paz.

(a) Esto me recuerda al himno “It is well with my soul” (“Estoy bien con mi Señor”). Su autor, Horatio Spafford (1828–1888), lo compuso después de perder a sus cuatro hijas en un naufragio. Al pasar en barco por el lugar de la tragedia, escribió estas palabras de fe y paz en medio del dolor.

Asimismo, recuerdo Jeremías 29:11: “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de daros un futuro y una esperanza.”

Pienso en mi difunto suegro, que sufría de Parkinson, pero aun así cantaba este himno, experimentando la paz divina que el mundo no puede dar. Aunque otros dirían que carecía de “calidad de vida”, yo vi en él la verdadera belleza de la vida, porque gozaba de la paz de Cristo aun en la enfermedad.

  • Por eso, yo también deseo seguir su ejemplo. Aunque mi familia atravesara tormentas y naufragios, quiero aferrarme a la fe en Emanuel (Dios con nosotros, Mt 1:23) y cantar:

“Cualquiera que sea mi suerte, me enseñaste a decir:
Estoy bien, estoy bien con mi Señor.”

Y así encontrar descanso en Él.