Sufrimiento y Gloria
El martes pasado asistí a una reunión del Comité de Examen del Presbiterio, y a través de uno de los pastores del ministerio en inglés escuché que muchos pastores jóvenes de dicho ministerio hoy en día procuran evitar el sufrimiento. Pero en el culto de oración del miércoles pasado, a través de nuestro pastor emérito, recibimos un mensaje centrado en Romanos 8:29: “a los que Dios conoció de antemano”—es decir, a nosotros, a quienes Dios amó antes de la creación del mundo, también nos predestinó (nos escogió/eligió desde antes de la creación). El propósito de esa predestinación es “ser conformados a la imagen de Su Hijo.” Y, ¿qué significa ser conformados al Hijo de Dios, Jesucristo? En esta tierra significa experimentar sufrimiento.
Por supuesto, ahora Jesús no está en esta tierra sino en el cielo, de modo que la imagen de Cristo a la cual un día seremos conformados es la gloria. Sin embargo, mientras estamos en esta tierra, así como Jesús, “aunque era Hijo, aprendió la obediencia por lo que padeció” (Hebreos 5:8), también nosotros, siguiendo Su ejemplo, debemos “aprender la obediencia a través de los muchos sufrimientos que personalmente soportó” (v. 8, versión moderna).
“Pues considero que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que ha de revelarse en nosotros” (Romanos 8:18).