En la sala de comunión de nuestra iglesia hay un purificador de agua. Según tengo entendido, una vez al mes viene un técnico de la compañía para cambiar el filtro. ¿Qué pasaría si ese filtro no se reemplaza a tiempo?

“Si no se reemplaza el filtro del purificador de agua a su debido tiempo, no podrá eliminar correctamente las impurezas y bacterias del agua, lo que ocasionará problemas de higiene; además, el sabor del agua se deteriorará, y puede causar averías y acortar la vida útil del purificador. Asimismo, la acumulación de cal puede dañar el interior del aparato o reducir su rendimiento. Por eso, el filtro del purificador debe reemplazarse siempre en los intervalos establecidos” (resumen de IA).

Así de importante es cambiar el filtro de un purificador de agua a tiempo. Pero me pregunto si nosotros, cada domingo, no estaremos viniendo delante del Señor para adorarle y recibir Su Palabra sin haber reemplazado antes el filtro de nuestro corazón.

Jesús dijo claramente: “Lo que entra por la boca no contamina al hombre; más bien lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre… Porque del corazón salen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, inmoralidades sexuales, robos, falsos testimonios y calumnias” (Mateo 15:11, 19). Y sin embargo, venimos a adorar a Dios y a escuchar Su Palabra sin haber reemplazado (arrepentido) el filtro de nuestro corazón cada semana. Entonces, ¿cómo podrá realmente esa Palabra ser recibida en nuestro corazón?