Cómo afilarse mutuamente
“Como el hierro afila el hierro, así el hombre afila el rostro de su amigo.” (Proverbios 27:17)
Así como el hierro afila al hierro, nosotros debemos afilar a nuestros amigos.
¿Pero cómo podemos afilar a nuestros amigos? Hoy en el devocional matutino pensé en cuatro maneras.
Primero, para afilar a nuestros amigos, debemos reflejar nuestro corazón a ellos.
Mira Proverbios 27:19:
“Como el agua refleja el rostro, así el corazón del hombre refleja al hombre.”
Así como al poner nuestro rostro en el agua este se refleja, en nuestros encuentros con amigos debemos reflejar nuestro corazón. Debemos abrir la puerta de nuestro corazón y tratar a nuestros amigos con sinceridad y transparencia. Especialmente, en nuestras conversaciones con ellos debemos abrir nuestro corazón de manera transparente, honesta y sincera. Entonces, nuestros corazones se conectarán. Cuando el Espíritu Santo que habita en nosotros une nuestros corazones con los de nuestros amigos, podemos afilarnos mutuamente.
Segundo, para afilar a nuestros amigos, debemos aconsejarlos con la palabra de la verdad de Dios.
Mira Proverbios 27:9:
“Como el perfume y el aceite alegran el corazón, así el dulce consejo de un amigo viene del corazón.”
El Espíritu Santo abre nuestro corazón y nos hace transparentes ante nuestros amigos, y también nos recuerda la palabra de la verdad para que aconsejemos a nuestros amigos con esa palabra. Nos guía para hacerlo en el momento adecuado. El momento es importante porque aunque aconsejemos con la palabra de Dios, si no es el momento correcto, no podremos afilar a nuestros amigos. Por eso el autor de Proverbios dice en 27:14:
“Si alguien bendice a su vecino en voz alta por la mañana, será considerado como una maldición.”
Nadie quiere escuchar bendiciones a gritos temprano en la mañana. El Espíritu Santo nos da gracia para ayudar en el tiempo adecuado y, mediante la palabra de Dios, nos ayuda a aconsejar a nuestros amigos y así afilarlos.
Tercero, para afilar a nuestros amigos, debemos alabarlos.
Mira Proverbios 27:2:
“Que otro te alabe y no tu propia boca, un extraño y no tus labios.”
Debemos abrir la puerta de nuestro corazón y, además de aconsejar con la palabra de Dios, debemos alabar a nuestros amigos. ¿Cómo es esto posible? Porque el Espíritu Santo que habita en nosotros lo hace posible. Él abre nuestro ojo espiritual para que veamos las virtudes de nuestros amigos y nos permite alabarlos. Al alabarlos, el Espíritu los anima, consuela y fortalece a través de nosotros. Por eso, no debemos escatimar en alabanzas, sino alabar sinceramente con el amor de Dios para afilar a nuestros amigos.
Por último, cuarto, para afilar a nuestros amigos, debemos reprenderlos.
Mira Proverbios 27:5-6:
“Mejor es la reprensión franca que el amor oculto; los golpes del amigo son fieles, pero los besos del enemigo son engañosos.”
Aunque estamos acostumbrados a mostrar amor oculto más que reprender, el autor de Proverbios dice que la reprensión franca es mejor que el amor oculto. Y dice que la reprensión de un amigo fiel es mejor que los falsos besos de un enemigo. En la versión inglesa NASB se traduce “las heridas de un amigo” (the wounds of a friend). ¿Cómo pueden las heridas que nos da un amigo ser mejores que los falsos besos de un enemigo? Porque el enemigo, por odio, trata de destruirnos incluso con falsos besos, pero un amigo, por amor, quiere corregirnos con reprensiones sinceras para edificarnos. Debemos reconocer que la reprensión de un amigo viene por amor. Y debemos entender que esas heridas afectivas por la reprensión amorosa son para nuestro bien. También debemos poder dar esas heridas útiles a nuestros amigos con amor. Así podremos afilar a nuestros amigos.
Como el hierro afila al hierro, debemos afilar a nuestros amigos.
Debemos abrir la puerta de nuestro corazón y, con la palabra de verdad que nos recuerda el Espíritu Santo que habita en nosotros, afilar a nuestros amigos. También debemos ver las virtudes que el Espíritu Santo nos muestra en ellos y alabarlos sinceramente. Y debemos reprenderlos con el amor del Espíritu Santo. Así, afilando a nuestros amigos, glorificamos a Dios.