¿Qué clase de persona debemos ser?

 

 

 


[Proverbios 27:15-19]

 

 

Amigos, ¿cómo está su vida de fe últimamente? ¿En qué enfocan su vida espiritual? ¿En las obras o en el ser?
Personalmente, creo que debemos enfocarnos en el ser más que en las obras. Es decir, creo que debemos vivir nuestra fe preguntándonos no tanto “¿qué hago por el Señor y su iglesia?”, sino más bien “¿quién soy ante Dios?”. Porque pienso que quién soy es mucho más importante que lo que hago. En otras palabras, el “ser” es mucho más importante que el “hacer”. Creo que las obras deben fluir naturalmente del ser. Para eso, debemos ser verdaderos cristianos. Así podremos vivir una vida digna de cristianos.

Hoy, quiero reflexionar sobre qué clase de persona debemos ser, basándome en Proverbios 27:15-19. Espero que todos podamos humildemente aceptar las enseñanzas que el Señor nos da y obedecerlas.

Primero, debemos ser pacificadores.

Vean Proverbios 27:15: “La mujer rencillosa es como gotas continuas de lluvia en un día de tempestad”
(o en la versión de la Biblia para la gente: “La mujer que siempre está discutiendo es como gotas de lluvia que no dejan de caer en un día lluvioso”).

¿Alguna vez han visto cómo gotea el agua por un techo? ¿Cómo se sienten al respecto?
Yo recuerdo claramente cuando, en días de lluvia, las gotas caían una tras otra por el techo de nuestra iglesia. Eventualmente, el pastor hispano subió y mandó arreglar el techo para impermeabilizarlo. Cuando remodelaron la iglesia, supimos que por la filtración de agua durante mucho tiempo, la madera del techo se había podrido y, si no se hubiera arreglado, el techo podría haberse derrumbado. Al escuchar esto, suspiré aliviado, pensando qué suerte tuvimos.

En Proverbios 27:15 se dice que “la mujer rencillosa” o “la que gusta de discutir” es como esas gotas continuas de lluvia. Esto es muy similar a Proverbios 19:13: “La esposa rencillosa es como gotas continuas de lluvia.” ¿Qué significa esto? Significa que una esposa que constantemente pelea con su esposo es como gotas de lluvia que no paran. Cuando comienzan las discusiones, ella no las detiene (según Park Yoon Sun). ¿Habrá paz en un hogar así? Muy pocas veces. Además, los hijos de esa familia inevitablemente se sienten inseguros porque ven a sus padres pelear y discutir constantemente. Así como cuando uno ve agua goteando en el techo y piensa “si esto sigue así, el techo puede caer”, los hijos temen que sus padres se separen o divorcien.

Proverbios 27:15 habla de “la mujer rencillosa”, y la Biblia para la gente lo traduce como “la que gusta de discutir”. Esto quiere decir que esta mujer discute por hábito con su esposo en casa. ¡Qué mal hábito! Por supuesto, no solo las mujeres, sino también muchos esposos gustan de discutir. ¿Por qué pelean los esposos? ¿Por qué se vuelve un hábito?
Veamos Santiago 4:1: “¿De dónde vienen las guerras y peleas entre ustedes? ¿No vienen de sus malos deseos que luchan dentro de ustedes?”
La causa de las peleas en el matrimonio es el deseo de pelea que hay en cada uno. Y el hecho de que se vuelva un hábito es porque no controlan esos deseos. Esto es porque no están llenos del Espíritu Santo y no tienen dominio propio, uno de los frutos del Espíritu. Por eso siguen peleando por costumbre, especialmente porque no controlan la ira.
Por eso la Biblia dice en Proverbios 15:18 que “el que se enoja fácilmente causa peleas,” y en el mismo capítulo 21:9 y 19 que es mejor vivir solo en una choza o en el desierto que con una mujer rencillosa y enojona.
Vivamos en armonía en el matrimonio, aunque sea en un lugar humilde, en vez de pelear en una casa grande y cómoda.

Debemos dedicarnos a construir matrimonios armoniosos en el Señor.
Debemos ser pacificadores.
Vean 2 Corintios 5:18: “Todo es de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación.”
Debemos cumplir fielmente este ministerio de pacificación. Primero en nuestras casas. Primero esforzándonos para que los esposos vivan en paz y armonía. Para esto, debemos esforzarnos en al menos tres cosas.

(1) No debemos repetir las faltas del otro una y otra vez, sino cubrirlas mutuamente.

Miren Proverbios 17:9: “El que cubre una falta busca amor, pero el que la menciona repetidamente separa a los mejores amigos.” Satanás nos hace ver cada vez más las faltas de los demás y nos induce a mencionarlas no solo entre nosotros sino también a otros, causando división y peleas en el matrimonio. Además, Satanás hace que guardemos en la memoria los errores de la otra persona para luego mencionarlos repetidamente, lo que genera conflictos y desarmonía en las relaciones. Debemos resistir esta tentación de Satanás, vencer en la batalla espiritual y cubrir las faltas de los demás por la gracia de Dios que también cubrió las nuestras.

(2) Para la armonía en el matrimonio, debemos detener la disputa antes de que empiece.

Proverbios 17:14 dice: “El comienzo de una pelea es como la ruptura de una presa; deja la disputa antes que estalle la pelea.” Cuando en la familia los esposos o hijos discuten, ¿generalmente pelean por cosas grandes o por cosas pequeñas? Muchas veces pelean por cosas insignificantes. Pero cuando no detenemos la disputa a tiempo, una pequeña pelea puede crecer y convertirse en un gran conflicto. Por eso, debemos frenar la pelea antes de que comience.

(3) Para la armonía en el matrimonio, debemos sacrificarnos, negarnos a nosotros mismos (Marcos 9:5, Lucas 8:34), ser humildes (Lucas 9:34-37) y servirnos mutuamente (Lucas 41).

Debemos ser pacificadores. Nuestra misión es justamente hacer la paz. Debemos cumplir la tarea de reconciliar a los vecinos. También debemos ver a cada alma desde la perspectiva de Dios, y reconciliar esa alma hecha a imagen de Dios con Dios por medio del evangelio de Cristo. Ese es el propósito de nuestra existencia. Debemos ser pacificadores no solo en el hogar, sino también en la iglesia y en todas partes. Por eso, oro para que todos nosotros, llamados hijos e hijas de Dios, vivamos como tales (Mateo 5:9).

Segundo, debemos ser personas que se ayudan mutuamente.

El pastor Paul David Tripp dijo en su libro What Did You Expect?: “No, lo que estamos recibiendo es algo que necesitamos desesperadamente, la incómoda gracia del crecimiento y cambio personal.” Sin la gracia de Dios, un hombre y una mujer, diferentes en carácter, crianza y pensamiento, no pueden vivir juntos en un hogar. Pero esta gracia es incómoda porque dos personas diferentes deben romperse y moldearse mucho juntas. Creo que para que los esposos se moldeen bien, “como el hierro afila al hierro, así un hombre afila a su amigo” (Proverbios 27:17). Para que dos hierros se afi len deben chocar bien, así también los esposos deben “pelear bien” en el Señor. Las parejas que pelean bien en el Señor reconocen la soberanía de Dios y ven sus diferencias no como un error, sino como algo natural, una oportunidad para crecer y cambiar. Estas parejas usan sus diferencias para complementarse y fortalecerse mutuamente, creciendo juntos en el Señor. Por eso valoran y respetan sus diferencias. Esta es la incómoda gracia del crecimiento y cambio personal que el matrimonio necesita.

Miren Proverbios 27:17: “Como el hierro afila el hierro, así un hombre afila el rostro de su amigo.” Esto es una metáfora de cómo los cristianos deben ayudarse unos a otros (Park Yoon Sun). Debemos ayudar a que nuestros hermanos y hermanas en Cristo se desarrollen y brillen. Entonces, ¿cómo podemos ayudar a “afilar” a nuestros hermanos y hermanas? Considero cuatro puntos:

(1) Para afilar a un amigo, debemos reflejar nuestro corazón ante él.

Proverbios 27:19 dice: “Como el agua refleja el rostro, así el corazón refleja al hombre.” Así como al mirar en el agua vemos nuestro rostro, en la relación con nuestro amigo debemos mostrar nuestro corazón. Debemos abrir nuestras puertas internas con sinceridad y transparencia, ser honestos y genuinos en nuestra comunicación. Así, el Espíritu Santo nos conectará con nuestros amigos corazón a corazón, y podremos “afilar” a los demás.

(2) Para afilar a un amigo, debemos aconsejar con la verdad de Dios.

Proverbios 27:9 dice: “El aceite y el perfume alegran el corazón; así el consejo sincero de un amigo es agradable.” El Espíritu Santo abre nuestro corazón para que reflejemos sinceramente a nuestro amigo y nos recuerda la palabra de Dios para aconsejarle. Además, el Espíritu enseña el momento justo para dar este consejo, porque aunque sea verdad, si no es el tiempo adecuado, no será efectivo (Proverbios 27:14). Por eso el Espíritu Santo nos guía para aconsejar en el momento oportuno y ayudar a nuestro amigo.

(3) Para afilar a un amigo, debemos elogiarlo.

Proverbios 27:2 dice: “Deja que otro te elogie, y no tu propia boca; un extraño, y no tus labios.” Al abrir nuestro corazón, debemos no solo aconsejar, sino también elogiar a nuestro amigo. Esto es posible porque el Espíritu Santo nos ayuda a ver las cualidades positivas en ellos y nos inspira a animarlos y fortalecerlos con elogios sinceros. No debemos ser tacaños en elogiar; debemos hacerlo con amor para “afilar” a nuestro amigo.

(4) Para afilar a un amigo, debemos reprenderle con amor.

Proverbios 27:5-6 dice: “Mejor es la reprensión franca que el amor oculto; los golpes del amigo son dignos de confianza, pero los besos del enemigo son engañosos.” Aunque nos guste mostrar amor oculto, la Biblia dice que una reprensión honesta es mejor. La reprensión del amigo puede doler, pero es por amor verdadero, mientras que la falsa amistad puede ser engañosa. Debemos entender que la reprensión del amigo nace del amor y que aunque cause heridas, esas heridas nos benefician. También debemos ser capaces de reprender con amor a nuestros amigos para ayudarles a crecer. Solo así podremos “afilar” a nuestros amigos.

Así como el hierro afila el hierro, nosotros debemos afilar a nuestros amigos.
Debemos abrir de par en par las puertas de nuestro corazón y, con la verdad que el Espíritu Santo que mora en nosotros nos recuerda, debemos afilar a nuestros amigos. Además, debemos ver, gracias al Espíritu Santo, las virtudes de nuestros amigos y sinceramente elogiarlos. También, debemos reprender a nuestros amigos con el amor del Espíritu Santo. Que nosotros, al afilar a nuestros hermanos y hermanas, glorifiquemos a Dios.

En tercer lugar, debemos ser guardianes.

Amigos, ¿qué es lo que más desean guardar? Probablemente, todos queremos proteger a las personas que amamos, a nuestra familia. Especialmente como padres, el deseo de proteger a nuestros hijos es un instinto natural. Más aún, como padres en la fe, anhelamos proteger la fe de nuestros hijos. Vivimos en un mundo lleno de tentaciones y engaños, y como padres, no podemos evitar tener un profundo deseo de proteger la fe de nuestros hijos.

Miren Santiago 1:27:
"La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo." (Biblia de las Américas)
Este tipo de fe pura es algo que deseamos transmitir no solo a nosotros mismos, sino también a nuestros hijos. Esa es la esperanza y oración ferviente de los padres.

Vean Proverbios 27:18:
"El que cuida la higuera comerá de sus frutos, y el que ama a su amo será honrado." (Biblia en Lenguaje Sencillo)
Aquí, "el que cuida" significa "guardar", refiriéndose al deber del guardián que protege a su señor de enemigos (según la interpretación del Dr. Park Yoon Sun). En la primera parte del versículo, la Biblia habla de “el que cuida la higuera”. Según el Dr. Park, la higuera es una fruta muy noble, y para que dé buen fruto, debe cuidarse cuidadosamente. La higuera joven requiere que la tierra sea bien labrada para dar frutos, y la higuera vieja debe cuidarse bien para que sus frutos no se pudran.

De la misma manera, nosotros, como guardianes de las personas que amamos, debemos ayudarlas, cuidarlas y protegerlas para que puedan dar frutos preciosos y hermosos en sus vidas. Sobre todo, debemos ser guardianes para que la gloria de Dios no sea dañada.

Recientemente, he pasado por un momento difícil en la iglesia, y no he estado en paz porque me di cuenta de que, en mi ignorancia, había contradicho la palabra de Dios que medité y proclamé, actuando en desacuerdo con ella. Por eso, oré a Dios pidiendo perdón por mis pecados y que no se oculte Su gloria por causa mía. Gracias a Dios, Él escuchó nuestra oración y ya no permitió que Su gloria fuera ocultada.

Nuestro Dios cuida su santo nombre más que nadie.
Miren Ezequiel 36:21-23:
"Pero a causa de mi santo nombre, que fue profanado entre las naciones a donde ustedes fueron, yo mismo mostraré que soy santo, porque soy santo." (Biblia de las Américas)
Cuando pecamos delante de Dios y mancillamos Su santo nombre ante muchos, Él cuida ese nombre y lo santifica. Por eso, debemos vivir como santos que cuidan el santo nombre de Dios, sin mancharlo.

Recuerdo Salmos 121:3-8:
"No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha."
Nuestro Dios es quien nos guarda, no se adormece ni duerme, nos protege y cuida nuestra vida de todo peligro. Por eso, debemos orar para que Él cuide nuestro corazón, la fuente de la vida, y que guarde también la fe y la vida de nuestra familia y hermanos en la iglesia.

Para concluir la reflexión, debemos enfocar nuestra vida de fe más en nuestro ser que en nuestras acciones. Más que lo que hacemos por el Señor, es más importante quiénes somos ante Él. Por eso, nuestra oración ferviente debe ser para parecernos a Jesús. Debemos ser cristianos genuinos.

Según Proverbios 27:15-19, hemos aprendido tres cosas sobre qué tipo de cristianos debemos ser:
(1) Debemos ser pacificadores.
(2) Debemos ser ayudantes mutuos.
(3) Debemos ser guardianes.

Oremos para que seamos esas personas, para que donde sea que estemos y lo que hagamos, reflejemos la verdadera imagen de cristianos y así glorifiquemos a Dios.