¡Presten atención a la palabra de Dios!
[Proverbios 4:20-27]
¿Alguna vez han escuchado la expresión “Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad”? En inglés se conoce como “Attention Deficit Hyperactivity Disorder (ADHD)”. Este trastorno es una afección psiquiátrica en la niñez y adolescencia, que se caracteriza por distracción, actividad excesiva, impulsividad y dificultades de aprendizaje. Los síntomas de este trastorno incluyen una notable falta de concentración, conductas impulsivas, cambios emocionales drásticos y pérdida de memoria. Además, la predicción del comportamiento es difícil y el control de la ira se vuelve complicado. También son muy sensibles a los estímulos, lo que hace que intervengan frecuentemente. Se estima que el 75% de los niños con este trastorno presentan problemas de comportamiento, como hostilidad, ira, agresividad y rebeldía (según fuentes de internet).
Cuando pienso en este trastorno por déficit de atención, me pregunto si también existe un “trastorno espiritual de déficit de atención” entre nosotros los cristianos. Las características de este trastorno en el plano espiritual son similares: no solo tenemos dificultades para concentrarnos en Jesús, quien es el perfeccionador de nuestra fe, sino que también nos cuesta enfocarnos en la palabra de Dios. En lugar de eso, a menudo hablamos y actuamos impulsivamente debido a cambios emocionales. Entonces, ¿cómo podemos superar este trastorno espiritual? ¿Qué debemos hacer para poder concentrarnos bien en Jesús y en la palabra de Dios?
Hoy, en el pasaje de Proverbios 4:20, Dios nos dice lo siguiente: “Hijo mío, presta atención a mis palabras...”. ¿Cómo debemos prestar atención a la palabra de Dios? A través de este pasaje, quiero compartir cinco lecciones sobre cómo debemos hacerlo:
Primero, debemos escuchar con atención las palabras que Dios nos habla.
Miren la segunda parte del versículo 20 de Proverbios 4: “Inclina tu oído a mis dichos”. El escritor de Proverbios, el rey Salomón, ya había dicho en Proverbios 2:2, “Haz que tu oído esté atento a la sabiduría”, y también en Proverbios 5:1, “Hijo mío, presta atención a mi sabiduría”. Vivimos en una era de sobrecarga de información. En todos lados, nos bombardean con tanta información que nuestros oídos escuchan demasiadas cosas. El problema es que, a medida que más cosas escuchamos, se hace más difícil oír la voz de Dios. Como resultado, tomamos decisiones sin sabiduría ni discernimiento. Esas decisiones erradas son el resultado de “no recibir la enseñanza correcta, y buscar maestros que hablen lo que nos agrada, siguiendo nuestros propios deseos” (2 Timoteo 4:3). Debemos prestar atención a la “enseñanza correcta” (doctrina sana). Necesitamos escuchar la palabra de Dios. La razón por la que debemos hacerlo es porque cuando escuchamos la palabra de Dios, nos volvemos sabios y prudentes. Así, con la sabiduría y el discernimiento de Dios, podremos distinguir entre la avalancha de información que nos llega, y escuchar lo que realmente importa. Jesús dijo en Juan 10:27 que “mis ovejas oyen mi voz”. Como ovejas del Señor, debemos escuchar la voz del Buen Pastor. Esto es vivir atentos a la palabra de Dios.